Aquí y ahora: reflexiones sobre «Eso que tú me das»

Hace unos días, fui al cine y vi el documental de Pau Donés (1966-2020), cantante, compositor y guitarrista del conocido grupo “Jarabe de Palo”, y me llené de cosas sobre las que escribir.

El documental “Eso que tú me das” recoge la última entrevista de Pau, enfermo terminal de cáncer, tres semanas antes de su muerte. Pau nos regala una bella despedida y una gran colección de aprendizajes vitales al final de su camino.

Para mí, fueron 60 minutos de “alarma”, de “despertador”, de “eurekas vitales”, y me gustaría compartir con vosotras y vosotros, en formato “muy de casa”, algunas de las frases y reflexiones con las que me quedo.

Ahí van:

 

– “Los Despistadores. Ladrones de Vida”

Parece el título de una película, pero no.

La palabra “despistadores” es una palabra que he decidido utilizar para nombrar a todas aquellas cosas que me distraen de lo verdaderamente importante en la vida, y lo cierto es que desde que lo hago puedo estar más atenta y perderme menos en aquello que me roba energía, salud, tiempo, sueño, tranquilidad, serenidad, alegría, amistad, amor…

A veces nos perdemos porque no sabemos que es lo importante. Que es lo urgente.

A veces nos olvidamos de lo que realmente necesitamos para vivir.

Cuando estamos despistados no agarramos el momento presente.

Vivir es estar con lo que hay.

Es sentir lo que estás sintiendo en el ahora, en el momento presente. Sentir lo que estás haciendo, lo que está ocurriendo, lo que estás tocando, lo que estás escuchando, lo que estás oliendo, saboreando…

Si no estamos en nosotras mismas, en nuestro centro, en nuestro ahora, no podemos decidir ni hacer qué es lo que necesitamos ahora.

Quizás la tarea esté en construir un buen presente para no necesitar fugarnos y en preguntarnos:

¿Qué es lo verdaderamente importante para mí? ¿Qué necesito para vivir y sentirme viva o vivo? ¿Cuáles son mis despistadores?

 

– “A veces, el dolor es un pellizco de realidad”

Me refiero a ese dolor “fértil”, que enseña y nos ayuda e impulsa a transitar situaciones o procesos vitales difíciles.

Este título me conecta con que el dolor emocional tiene sus funciones, con como a veces nos limitamos el sentir o el experienciar emociones dolorosas y que al hacerlo, nos limitamos también la posibilidad de experimentar justo el otro extremo de la polaridad: la alegría, la serenidad, la calma…

Este tipo de dolor emocional nos conecta con la realidad. Nos conecta con nuestras necesidades y con nuestros límites. Y desde ahí nos invita a reaccionar, a reinventarnos, a hacer “inventario” de qué tenemos y de qué necesitamos desprendernos.

Si lo evitamos, la posibilidad de crecer y evolucionar en nuestra vida desaparece.

«… todo ser humano necesita gozar sus gozos y sufrir sus sufrimientos”. No recuerdo de quien es la cita, pero precisamente hablo de esto, de que hemos olvidado la segunda parte de la ecuación.

Quizás la tarea esté en normalizar el dolor, en darnos un tiempo de “dolernos”, y en preguntarnos a nosotros mismos como reaccionamos ante nuestro dolor, si lo escuchamos, si lo evitamos y, sobre todo, que aprendizaje nos trae aquello que nos está pasando.

 

– “Como a veces nos dormimos en la vida y la muerte nos despierta”

La muerte de algo o alguien, no tiene por qué ser literal, muchas veces, para sentir su “pérdida”.

Una persona me dijo una vez: “No necesito perder lo que tengo para valorarlo  y saber cuánto me importa”.

Supongo que no siempre se tiene esa capacidad y a veces necesitamos conectarnos con el sentimiento de “pérdida” para aprender ciertas cosas.

Cuando escuché hablar a Pau sobre “lo no hecho”, los arrepentimientos, etc., entré en contacto con una emoción maravillosa. La gratitud. Creo que es el antídoto contra eso que yo llamo “el nunca nada es suficiente y cuando lo pierdo, me entero”.

A veces la muerte, la pérdida, nos trae sabidurías perennes, lecciones que se aprenden al final de un proceso, al final de una relación, al final del dolor de la pérdida.

Hay una parte inevitable. Hay otra de la que podemos responsabilizarnos en vida y es la de AGRADECER, la de dar las gracias por lo vivido, lo aprendido, lo sentido y lo compartido.

 

– Aquí y ahora. ¿Quién dijo muerte?

Aquí y ahora. No hay nada más. No hay otro tiempo posible.

Es el lugar y el tiempo donde no existe la muerte.

A veces vivimos en el pasado, otras en el futuro, y eso es una fantasía, no es real.

¡Cómo desperdiciamos el ahora!

¿Qué sientes ahora? ¿Qué necesitas ahora? ¿Qué puedes hacer ahora?

Pau, en sus últimos momentos, decía que disfrutaba de cada segundo porque no pensaba en nada más que en el presente. Disfrutaba viendo los animales bajar de la montaña, disfrutaba de una conversación, de un olor…

¿Cómo puedes ser más consciente y disfrutar del momento presente?

 

– Mi despedida final

No es muy habitual, al menos en mi mundo, permitimos pensar y mucho menos compartir con nadie nuestro “ideal de muerte”.  A veces porque nos da “susto” hablar, otras porque nadie quiere escuchar.

Con “ideal” me refiero a la forma en la que nos gustaría despedirnos y que nos despidieran de este mundo. Algo así como pensar en nuestras “últimas voluntades”.

Recuerdo que he intentado tener varias veces esta conversación con personas queridas para mí, pero no ha habido manera.

Recuerdo que un ejercicio que hice en una de mis formaciones sobre duelo tenía que ver con esto mismo. Con pensar en el lugar, en el momento, en la canción, en la ropa, en la dinámica con la que quisiera decir “adiós”.

Una pregunta que se me quedó grabada en el alma y que me ayudó mucho en aquel momento fue: “¿Qué epitafio elegirías para dedicarte?”.

A veces, cuando nos planteamos estas cosas, pasan cosas bonitas y potentes.

Como por ejemplo, que miramos la vida con y desde la vida.

 

Gracias Pau, por las canciones, por los momentos que me has regalado, por las reflexiones, por la vida.

 

Siempre.

Sara Pérez.

Herramientas de “cine” para acompañar y acompañarnos

Normalmente utilizamos la palabra “acompañar” para hablar de lo que hacemos entre personas. Sin embargo, a lo largo de la historia, otras realidades han sido elementos que nos han acompañado como objetos especiales: lugares simbólicos donde nos sentimos seguros, el arte en todas sus dimensiones, la música e incluso el cine.

Para nosotras el cine es una forma más a través de la cual podemos normalizar nuestros sentimientos, vernos reflejadas en el otro, servirnos de sus imágenes, formas y sonidos para emocionarnos y también para aprender. A continuación, os ofrecemos algunos de nuestros títulos preferidos sobre el duelo y la muerte que os recomendamos para ver solos o acompañados de quien más os apetezca. Vamos a intentar no haceros ningún spoiler.

 

1. Coco (2017). Apta para todos los públicos.

Nuestro primer título es muy especial. Coco es un niño con una gran pasión por la música que vive en una familia que la odia. Él no entiende nada, pero su curiosidad e inocencia le llevan a conocer la Tierra de los Muertos. Una película preciosa que puede ayudarnos a conversar sobre la muerte como parte de la vida a cualquier edad. Coco nos regala grandes frases durante la película como “solo se muere cuando se olvida y yo nunca te olvidaré”. ¡Tenéis que verla!

2. Los descendientes (2011). No recomendada para menores de 7 años.

Esta película trata el duelo a nivel familiar, qué supone un duelo en nuestras vidas. Los descendientes nos invita a reflexionar sobre el final de la vida, sobre las últimas conversaciones, o no, con las personas que queremos, sobre qué pasa cuando la situación se complica aún más y nuestra relación con el ser querido no pasa por su mejor momento… ¿Qué hacemos con la culpa?, ¿cómo sujetarla? Una muestra muy real y dolorosa de cómo el final de vida a veces también coincide con el momento de la reconciliación y el perdón.

3. Belleza oculta (2016). No recomendada para menores de 12 años.

Will Smith es un exitoso ejecutivo de publicidad de Nueva York. Su situación cambia drásticamente cuando la muerte le golpea y comienza un duro proceso de duelo. Su gente más cercana intenta animarle, le sienten bloqueado y crean una forma muy original para ayudarle a afrontar su sufrimiento.

Aunque  tiene aspectos un tanto fantásticos, también nos recuerda que “el duelo es único” y que “cada uno lo llevamos a nuestra manera”, “que el tiempo solo no cura” y “que la muerte y la vida forman parte de las misma realidad”. Una película muy recomendada para comentar con nuestros adolescentes.

4. Un monstruo viene a verme (2016).  No recomendada para menores de 12 años.

Conor O´Malley es un chico que a sus 13 años ha tenido que asumir muchas responsabilidades. Tras la separación de sus padres y la grave enfermedad que padece su madre, se ha visto obligado a tomar las riendas de su hogar.

Conor ha creado un mundo de fantasía que le permite escapar de su rutina y superar sus miedos. Unos minutos después de la medianoche, este niño despierta y se encuentra con un monstruo. Pero no se trata de la aterradora criatura que él esperaba, este monstruo es muy diferente, y quiere lo más peligroso de todo: la verdad. ¿Cómo creéis que ayuda la verdad en los procesos de duelo?, ¿es peligroso o simplemente nos asusta?

 

Esperamos que os emocionéis y disfrutéis tanto como nosotras. ¿Nos dejáis vuestras opiniones sobre las mismas? ¿Os han gustado? ¿Os habéis sentido identificadas o identificados? ¿Qué  reflexiones os han supuesto?

Carta a mi yo suicida

Hoy, 10 de septiembre, día mundial de Prevención del Suicidio, hemos querido colaborar con una campaña de sensibilización social lanzada desde «Suicidio, hablar es vital». La propuesta era escribir una carta a nosotros mismos si tuviésemos pensamientos suicidas. Sara Pérez, psicóloga de la asociación, ha escrito una y nos la comparte a todas nosotras.

Hablar, sana. Normalizar, sana. Integrar, sana.

GRACIAS «Suicidio, hablar es vital» por tan bella y necesaria iniciativa. Juntas, juntos, podemos.

 

CARTA A MI YO SUICIDA

“Sé que odias la condescendencia, las frases huecas y los ‘tirones emocionales’ que más que acompañar, arrastran a una a un lugar donde no puede o no quiere estar.

Tranquila, no voy a tratar de rescatarte.

Tienes todo el derecho a estar donde estás y a sentirte como lo estás haciendo en este momento. No me malinterpretes, no es un permiso, es un reconocimiento.

Ya que me das licencia para estar a tu lado, me voy a tumbar junto a ti y a tratar de recordarte algunas cosas que hemos vivido juntas y que quizás ahora, desde la ‘Isla gris’ en la que estás, hayas olvidado. ¿Te parece?

‘Isla gris’. ¿Cuándo le pusimos ese nombre? Creo que fue en uno de nuestros grandes bajones hará dos años. Creo que no pudimos ponerle un nombre mejor, pues define fielmente ese puto lugar.

Sé que ahora estás ahí.

Una isla rodeada de agua azul oscuro, de esa que desvela los kilómetros y kilómetros de profundidad de sus aguas y te lanza a la cara la amenaza y el peligro constante de no atravesarlas.

Una isla que bajo sus aguas esconde los bichos más monstruosos que nadie pueda imaginar.

Una isla en la que en el fondo de sus aguas, se ocultan y refugian las verdades más dolorosas e innombrables del alma.

Una isla que perdura a lo largo de los años, pero que siempre amenaza con hundirse.

Una isla de cielo gris, donde llueve los 365 días del año y las 24 horas del día.

Una isla donde la temperatura nunca varía, 26 grados bajo cero.

Una isla que se traga el tiempo o simplemente lo hace desaparecer.

Una isla repleta de laberintos.

Una isla de granos de culpa, miedo, ira, soledad, abandonos, apatía que pesan kilos y kilos.

Una isla que te hace creer que ya lo has vivido y sentido todo. Y ya no te queda nada.

Una isla en la que estás viva muriéndote a poquitos.

Una isla en la que el amor es guerra.

Una isla deshabitada, donde solo vivimos nosotras y nuestra herida.

Isla amnesia.

La conozco tan bien como tú, Sara.

La diferencia entre tú y yo, en estos momentos, es que yo he encontrado el camino de vuelta a casa y tú lo has olvidado. Con estas palabras, quisiera hacerte recordar:

¿Recuerdas cuando creías que tu hermana te había ‘robado’ la camiseta azul de rayas y finalmente la encontraste en una montaña de ropa sucia de nuestro armario?

¿Y qué me dices de tus ‘superchanclas’ que has creído perder cientos y cientos de veces, y que siempre encuentras? Siempre has dicho que son como tú, ‘que una perdida nunca se pierde’.

¿Recuerdas cuando creías fielmente que habías suspendido aquel examen de la asignatura Conducta y Lenguaje?

¿Recuerdas cuando creías fielmente que nunca te sacarías el carnet de coche?

¿Recuerdas cuando creías fielmente que tenías todos esos trastornos mentales y al final te diste cuenta que estabas en el ‘drama’ generado por el estrés, y así como si nada desaparecieron todos los síntomas? Como nos reímos…

¿Recuerdas cuando creías fielmente que no eras merecedora de amor?

¿Recuerdas cuando creías fielmente que jamás llegarías a conocer la verdadera amistad?

Sé que te vas a reír con algunos de estos ejemplos, pero todos ellos me sirven para decirte que de igual manera sé que ahora estás en la ‘creencia fiel e incuestionable’ de que la vida es el problema, de que eres ‘incorregible’, de que eres la culpable del dolor ajeno y de que nada tiene sentido, que la vida está hueca, es insípida, y que va a ser así por los siglos de los siglos.

No voy a discutírtelo. Estás en la isla y entiendo que lo sientas así. Pero no, es una interpretación que tu cabeza y tu corazón están haciendo desde la herida. ‘Si tienes las gafas de mierda, verás una vida de mierda’, siempre lo has dicho.

Solo quiero que recuerdes que llevas saliendo de esa isla desde que naciste.

Y que al salir de ella, te he visto sonreír y decir que todo lo que ves, tocas, piensas y sientes en esa ‘Isla gris’ parece tan real que te lo llegas a creer, pero que cuando sales de ella (con mucho esfuerzo, amor propio y ayuda de los tuyos), te has dado cuenta de que la ‘VIDA MERECE SER VIVIDA’.

Palabras literales tuyas.

Así que tomate tu tiempo, yo te espero estudiando el nuevo camino de vuelta, que en esta isla ya sabes que los caminos de regreso siempre cambian.

¡Por cierto, acuérdate de cogerte las chanclas, sí, esas, ‘las imperdibles’, que les toca hacer unos cuantos kilómetros más!

¿Eso ha sido una sonrisa?

Ya estás Sara, ya estás a salvo”.

 

Gracias a mis Hermanas y Amigas Bidane, Bea y Laura que reconocen haber estado en esta isla, y que han sido y serán siempre una brújula en el camino, y por supuesto, tierra firme.

Gracias a mi Familia. Chalecos salvavidas y luz de Vida.

Gracias Papá, por enseñarme a nadar.

Sara Pérez Pizarro
Agosto de 2020

Si pudiera… cambiar la realidad

En el acompañamiento que como profesionales realizamos a las personas día a día en sus pérdidas y en su dolor, a veces nos encontramos con algunas personas que tienen la capacidad de expresar sus emociones y su sentir no solo a nivel verbal, sino que utilizan otros lenguajes más personales que les permiten crear “pequeñas obras” literarias u otras artes. Son su manera de lograr una expresión más íntima y personal de lo que sienten, de lo que les sucede por dentro ante la muerte, la enfermedad o la ausencia de personas significativas de sus vidas.

Crean pequeñas joyas, casi siempre cargadas de belleza que traspasan la practicidad cotidiana, y dejan atrás el vocabulario habitual para alcanzar una mayor conexión y una forma única de expresión y comprensión de su dolido mundo emocional. Sin duda son de gran ayuda para sus autores, ya que les permiten bucear dentro de sí mismos en una búsqueda profunda de emociones y sentimientos que siempre están cargados de un contenido importante que merece ser atendido y escuchado.

A menudo encontramos expresiones sentidas, íntimas y muy personales que reflejan con fuerza el momento en el que se encuentran sus procesos de duelo, y que sin duda son fuente de conocimiento de cómo es su duelo.

Hoy queremos compartir con vosotras y vosotros una poesía que ha escrito una persona que está viviendo el duelo por pérdida de su pareja en Goizargi. La escritura es para él una herramienta de expresión, vincula las palabras, las ordena hasta dar con una forma única de decirnos cómo está, qué siente, que desearía. Contiene su realidad, su dolor, sus anhelos… Nos dice tantas cosas…

En su dolor y su generosidad, permite que podamos acercarnos a su vida regalándonos este poema que él ha tejido con sus lágrimas y que sin duda vais a saber leer, sentir y comprender en un plano único, personal y cercano, ya que el dolor tiene la virtud de acercarnos y unirnos.

 

Si pudiera… cambiar la realidad

Si pudiera
hacer un nido con mis manos
donde pueda habitar una paloma,

Si pudiera
con un beso hacer sanar la herida
de un triste corazón abandonado,

Si yo pudiera
lograr que las estrellas devolvieran
su luz al firmamento,

Si pudiera
hacer con la mañana una sonrisa
que cubriera de escarcha el horizonte,

Si pudiera
acariciar a un niño sin herirlo,
contar cuentos de miedos a la luna,
perderme entre la niebla y ser de musgo,
hundirme en las entrañas de la tierra
y allí poder echar raíces como un árbol,

Si pudiera
hacer que este dolor se desvanezca
y esconder en la luz el universo,

Si pudiera
hablar con Dios solo un momento
y Él me respondiera, entonces,
le diría…

(J. L. A.)

 

No queremos estropear con alguna reflexión torpe este poema, solo esperamos que podáis disfrutar la belleza, la sensibilidad, el amor y el afecto con el que ha sido creado y saber y sentir que es “fruto” del dolor de la pérdida.

Los sueños, fuente de información valiosísima acerca de lo que nos sucede y de nuestro momento personal

Los sueños son una fuente de información valiosísima acerca de lo que nos sucede y de nuestro momento personal, de lo que vivimos, sentimos, de lo que hacemos y de lo que reprimimos… En definitiva, nos muestran aspectos de nosotros mismos y nuestro mundo emocional que nos pueden ayudar a explorar, descubrir, reparar, integrar y elaborar muchas emociones, dolores, heridas, cicatrices y “cosicas de vida”. ¡Y que poco se habla de esto!

Para nosotras, los sueños son muy útiles. Son como brújulas que nos van guiando y dando información acerca de la persona, del momento del proceso en el que se encuentra, de sus necesidades y deseos.

Los sueños nos dan la capacidad de elaborar y redefinir lo que nos pasa. Son una oportunidad para sanarnos si aprendemos a utilizarlos, claro.

Hace tiempo, M (doliente), con raíz y corazón mexicano, nos dijo que los “muertos regresan a nosotros a través de los sueños” y que para ella era una oportunidad de reparar su duelo.

Cuando su hijo murió, pudimos trabajar su rabia a través de los sueños y fue un trabajo muy bonito y reparador.

¡Os podríamos contar muchas historias!

Hay sueños tan reales… Hay sueños que nos persiguen y se repiten durante años, incluso durante toda la vida. Hay sueños que nos alegran el día, hay sueños reconciliadores, hay sueños que nos ayudan… Tantos…

Nos gustaría saber si vosotras y vosotros habéis tenido sueños con personas que han muerto, que ya no están, y si os animáis a compartirlos con nosotras, también podéis compartir dudas o reflexiones acerca de este tema.

¡Nos leemos!

Seguir viviendo

Dicen, cuentan…
que existe una nueva vida.
Que después de esto incluso existe ilusión.
Y hasta cuentan que tras un duelo,
una aprende, crece, renace…
bla, bla, bla.

Yo dudo que esto sea así. Es verdad que no dudo todo el tiempo, porque a veces me invade la esperanza. Pero igual que viene se va, y vuelvo a no creer, a no confiar… Se me olvida que soy capaz, creo que no salgo de esta, me olvido de que otras veces también estuve mal y pude recuperarme. Y además, ¡qué más da que en esos momentos me recuperara! Esta vez es más fuerte, esta vez es peor, es horroroso, es la mayor putada de la vida. Todo se ha roto, nada será igual, muero de dolor… incluso anhelo desaparecer. No voy a quitarme la vida, tranquilos, pero no me importaría morir.

Y dicen que cuando todo esto pasa, ves luz, disfrutas…
y que existe esa opción, la de ilusionarte.
Pero dudo, no puedo verlo… no hay vida ni luz
y me parece imposible que algún día vaya a haberla.
Aunque quiero creerlo, no puedo sentirlo.

Me descubro riéndome, ¡Uy! ¿Y esto? Pero si tú has muerto. ¿Cómo puedo hacerlo? Creo que no debería. O sí, ¿por qué no? Al fin y al cabo yo estoy viva.

Es verdad que poco a poco, me cuesta saber cómo, las cosas han cambiado. Dejo de dudar tanto y experimento la vida. Es raro. Nada es como antes, todo es diferente y te echo de menos. Y me duele que no estés. Pero, de repente, parece que “Sigo Viviendo”:

Voy con pies de plomo, porque sé que vendrá un nuevo PATAPUM donde todo se desmorona. Me da miedo caer, pero ha de ser así, y, efectivamente, el bajonazo también llega… ¡y es horrible! ¡Joder! ¿Por qué no estás?

Dicen que después de la tormenta llega la calma, y así es. Puedo recomponerme y vaya que si lo hago. Me cuesta menos que antes y además me siento capaz de seguir adelante. Lo estoy haciendo bien, me siento valiente y tengo ganas. Por mí… y también por ti.

Quiero acercarme cada vez más a esa opción de VIVIR sin tener que sobrevivir.

Voy haciendo esbozos de una nueva vida, bocetos que, ¿para qué negarlo?, son un desastre, una y otra vez. Bocetos del revés, cosas sin sentido y, sobre todo, sin color. Me desespero…

Hasta que algo coge forma. Poco a poco, muy poco a poco… con detalles, aparecen destellos de luz. Muy dentro de mí empiezo a entender eso que cuentan, que yo ya tenía más que olvidado, de que la ilusión existe después de esto. Y aunque la siento fugaz, parece que está.

Y parece que en mí también está el color, igual que los grises, y que todo va formando uno, que todo puede formar parte de un mismo lienzo. Al fin y al cabo todo soy yo y parte de mi historia.

Desde ahí veo que he enterrado el hacha de guerra, que respiro, y hasta puedo sonreírme tranquila. Te sigo echando de menos, sin ansiar desaparecer, desde la nostalgia, esa triste y dulce, que te trae aquí conmigo y trae contigo cada uno de esos momentos que vivimos… TE QUIERO.

#dandoluzaldolor, campaña de sensibilización social para dar lugar a nuestro dolor

Queremos impulsar la campaña de sensibilización social #dandoluzaldolor con el objetivo de darle lugar al dolor que sentimos.

Creemos que como sociedad nos sigue costando atender la emoción y seguimos siendo grandes evitadores del dolor. Por ello queremos visibilizar el dolor que sentimos y la necesidad que tenemos de darle un espacio, de darle luz para que pueda ser visto y así sanado.

Nos gustaría contar con vosotros  y que nos ayudéis a poder hacer esto visible a través de dos sencillos pasos:

  1. A partir del martes, 28 de abril, te invitamos a que cuelgues en tus redes sociales una foto en la que aparezcas con un folio en el que escribas una frase del estilo: “Yo elijo mirar mi dolor”, “Mi dolor es importante”, “No niegues mi dolor”… junto con el hashtag #dandoluzaldolor y la fecha 8 de mayo a las 22 horas, y nos etiquetes (tenemos perfiles en Facebook y Twitter). Si no dispones de redes sociales o no sabes cómo hacerlo, puedes enviarnos la imagen a comunicación@goizargi.org o al 660 034 101 y nosotras nos haremos cargo de publicarla.
  2. El viernes, 8 de mayo, a las 22:00 h, saldremos a los balcones y encenderemos una luz para visibilizar nuestro apoyo a este sentir. Ojalá entre todos y todas podamos entender la importancia de esta acción. Quien se duele necesita ser mirado, atendido, acompañado y entre todos y todas podemos conseguir que el permiso y el espacio al dolor sea tan importante como el aplauso y la actitud.

Ayúdanos con tu foto y compartiendo la campaña entre tus familiares y amigos. Entre todas y todos podemos #dandoluzaldolor

Dando luz al dolor

El proceso de duelo es el proceso de dolor que se inicia tras la experiencia de pérdida. Perder a alguien que tiene un valor significativo en nuestra vida, aun siendo una experiencia normal y natural, genera diferentes grados de dolor.

Para enfrentar situaciones de dolor los seres humanos tenemos algunos mecanismos, generalmente inconscientes, que permiten regular emociones, sentimientos y pensamientos que se generan en situaciones de alto impacto emocional.

La negación es un mecanismo que produce una sensación de irrealidad y de incredulidad ante lo acontecido. Se expresa con manifestaciones tipo “no puede ser”, “no me lo puedo creer”, “no es posible”. Es una especie de anestesia emocional que permite suavizar el dolor y dar un poco de tiempo para procesar su significado.

El momento de negación o fase de negación tiene que ver con silenciar, no hablar, adoptar un rol de fortaleza y obviar la realidad de lo que está pasando.

En la situación actual de alarma por coronavirus se están produciendo muchas muertes y experiencias de dolor que se presentan en forma de cifras y números asépticos sin ningún contenido de emoción. Paradójicamente, la muerte está más que nunca en el centro de nuestras vidas y la contamos por miles, pero no tiene todavía espacio a excepción de pequeños gestos individuales.

Cada día, a las ocho de la tarde, nos reunimos para agradecer la labor de los profesionales que cuidan de nuestra salud. A este acto se han ido añadiendo otros lúdicos y festivos, en algunos casos ruidosos, que nos conectan con la vida y con emociones de alegría, disfrute y celebración que, sin duda, son positivos y nacen de la necesidad del ser humano de mirar al futuro en medio de la desesperanza y de sentirnos vivos.

Sorprende que al amparo de esta manifestación no surjan actos colectivos de recuerdo y acompañamiento al dolor y una mirada social hacia las muertes que se están produciendo. En Goizargi nos preguntamos si tiene que ver con el miedo al dolor.

Y también en nuestra mirada a las personas que están viviendo un duelo en primera persona nos preguntamos qué y cómo se sienten, qué esperan, si les estamos acompañando como necesitan, si se sienten incluidos, nos sienten cerca, es suficiente lo que compartimos…

No es nuevo que nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, la muerte es un  tabú y morir un error del sistema que da miedo. Negamos la certeza de la muerte como si eso nos protegiera de ella. Y ahora, aún cuando es masiva y cercana, seguimos negándola, hemos adoptado la inmensa mayoría una actitud de negación colectiva como manera o modo de evitar la realidad. Estamos distrayendo el dolor con festejos de vida y olvidamos que la muerte no deja de estar. Le negamos su lugar.

No sabemos cuanto tiempo más estaremos en negación, queremos confiar en la capacidad y recursos que los seres humanos tenemos para afrontar las dificultades de la vida.

Puede ayudarnos conocer que permanecer excesivo tiempo en negación nos puede impedir hacer un relato sano y realista de la experiencia vivida, y puede dificultar su elaboración e integración. Es decir, puede tener consecuencias en la salud emocional y psicológica.

En resumen, la incapacidad para mirar a la muerte, para darle espacio y para aceptar el dolor que lleva asociado nos hace más vulnerables. La evitación y no aceptación del dolor, el aplazamiento de su expresión, el temor a la muerte no facilita las tareas del duelo y puede complicar la evolución individual y colectiva de esta situación, que sin duda va a dejar huella.

Ojalá la huella colectiva que dejemos pueda ser pintada con el color de todas las emociones sentidas y vividas, sin que evitemos ninguna. Todas son nuestras y, por lo tanto, merecedoras de ser expresadas y tratadas con afecto dándoles el espacio que merecen.

El dolor, como cada vínculo, es único. Recomendaciones para este nuevo orden impuesto por el coronavirus

Miles de familias están viviendo situaciones traumáticas y experiencias de dolor que nunca imaginaron. El coronavirus ha impuesto un nuevo orden en la manera de vivir y de relacionarnos.

De golpe todo ha cambiado. La enfermedad separa con sus síntomas a unos seres queridos de otros.

Todos confinados en casa, muchos aislados en su propio entorno, esperando que los síntomas mejoren. Otros ingresados en hospitales y residencias esperando poder superar la enfermedad para volver con los suyos y, más de los que nos gustaría, muriendo indefensos lejos de sus seres queridos y de la seguridad de sus hogares.

Tiempos de espera que parecen no terminar nunca, incertidumbre sobre lo que nos puede pasar, miedo a la pérdida, angustia, ansiedad, dolor por no poder hacer nada…

No hay palabras para describir esta experiencia. El dolor, como cada vínculo, es único.

No podemos ponernos en el lugar de los demás, solo vamos a intentar ayudarles con algunas recomendaciones que, vistas en la situación actual, parecen poca cosa.

 

1.- Acepta la realidad.

Sería la primera tarea a enfrentar. No es fácil, ni sencillo. Sabemos que nuestro ser querido está enfermo y que puede morir, pero sentir y aceptar esta realidad duele mucho… La enfermedad a veces no da tiempo para que nos preparemos, pero ir aceptando que somos mortales y que no podemos cambiar nuestra naturaleza puede ayudarnos a afrontar lo que sea que suceda.

 

2.- Date permiso para sentir.

Tus emociones son importantes, las necesitas, tienen la función de conectarte contigo y con los demás. No las temas, no las evites, déjalas estar, siente lo que sea que llegue, identifícalas: miedo, tristeza, enfado, incertidumbre…

No te enganches a ellas, déjalas fluir, es normal lo que te pasa.

Obsérvalas, conócelas y recuerda que son producto del afecto y del amor.

 

3.- Vive el presente.

Vive el aquí y ahora, procura no anticipar el futuro. Ocúpate de lo que tienes contigo. Cuida los vínculos de apego que has ido tejiendo a la largo de tu vida. Únete a tu ser querido aunque esté distante y no puedas acceder a él, con un lazo de cariño y afecto. Déjate sentirte junto a él/ella, con él/ella. Confía en la fuerza del amor, escríbele, grábale un audio… Está contigo aunque ahora no puedas verlo, ni tocarlo.

 

4.  Eres una persona con capacidad.

Quizás sientas que esta situación te desborda, que es demasiado.

La experiencia de dolor, la incertidumbre, la amenaza de pérdida o la pérdida de una persona importante de nuestra vida siempre nos hace sentir muy vulnerables.

Pero los humanos somos seres capaces, estamos diseñados para afrontar las experiencias de la vida, por muy duras que sean. Cree en ti, en tu capacidad, en tus recursos. Tu capacidad permanece contigo y es un factor que te va a proteger.

 

5.- Cuídate.

No te olvides de que tú también necesitas cuidado. Esfuérzate en darte los cuidados básicos necesarios para mantener tu energía. Respétate queriéndote y ocupándote de tus necesidades. Busca momentos para ti, haz alguna cosa que te ayude a sentirte mejor, escucha tu música favorita, contacta con tu familia o con tus amigos, elige una o varias fotos que te gusten y haz un pequeño álbum con alguna reflexión que alivie tu mundo emocional… Busca un mundo propio que te dé un poco de calma y tranquilidad en el ruido que te rodea.

 

6.- Pide ayuda si la necesitas.

No estás solo/a. Si sientes que no puedes, pide ayuda. La fortaleza se demuestra pidiendo ayuda cuando se necesita. Acude a profesionales para que te orienten y te acompañen en este momento difícil. Una mano temporal en la que apoyarse puede ser de gran ayuda. Busca tu propio círculo de seguridad.

 

Estamos para lo que necesites,

ofrecemos nuestras manos para unirse a las vuestras.

Sobre la vulnerabilidad…

Las personas que están en un proceso de duelo por haber perdido una persona querida o un vínculo significativo suelen sentir una gran diversidad de emociones y de sentimientos. Muchas de ellas dicen sentirse vulnerables, y esto no siempre les gusta porque muchas veces es entendido como debilidad.

En duelo, muchas personas sienten una fragilidad interior que hace referencia, por una parte, a la ausencia de la persona fallecida y, por otra, a la conciencia que emerge sobre la propia condición mortal.

¿Qué puede pasar cuando a la vulnerabilidad personal e íntima, normal y natural en un proceso de duelo le añadimos la vulnerabilidad “social y colectiva” que emerge de una amenaza real pero desconocida como es el coronavirus?

Nos surgen muchas preguntas ante esta situación vital de amenaza general que está generando reacciones colectivas diversas y que puede azuzar nuestras penas y nuestros miedos.

Es una realidad que en la experiencia de duelo se suelen ver afectadas muchas de las áreas de la vida de las personas dolientes; puede haber cambios más o menos intensos a nivel emocional, cognitivo, conductual, físico, etc. En muchas ocasiones aparece la sensación de que todo se ha puesto patas arriba, de que todo ha cambiado a peor y que no se va a poder seguir viviendo. Pero los dolientes, aun a su pesar, ven como la vida no se puede parar, sigue estando ahí, demanda atención y espera respuestas a las cosillas que surgen en el día a día.

La vulnerabilidad es más compleja que una simple suma matemática, y no cabe duda que esta nueva situación a la que nos enfrentamos puede hacernos sentir la vulnerabilidad con mayor intensidad. De nuevo podemos sentir que ya es demasiado y que, ahora sí, no vamos a poder con todo esto. Pero, como ya sabéis, no podemos cambiar la realidad y la vida sigue estando ahí. Quizás nos gusta todavía menos, pero no podemos no mirarla porque se cuela con cada llamada de consuelo y de ánimo que recibimos, con cada gesto que hacemos a las personas que todavía tenemos cerca y con cada aplauso que ofrecemos. Nuestra vida reclama su espacio y con virus o sin él esperemos que permanezca con nosotros; y para ello necesita que la cuidemos con responsabilidad y afecto.

Ahora no solo las personas en duelo se sienten vulnerables, toda la sociedad se siente vulnerable, todos estamos en duelo y sentimos nuestra vida y la vida de las personas que queremos amenazada. Todos somos susceptibles de cuidado.

Tenemos una nueva oportunidad para mirarnos y sentirnos con capacidad de superar los retos que la vida va poniéndonos por delante, aunque nunca hubiéramos podido imaginar la realidad actual. Con solidaridad, cuidado y respeto hacia nuestra vida y a la vida de los demás también vamos a ser capaces de superar y afrontar esta realidad, por dura que sea.