“VIVÍ, VIVO Y VIVIRÉ”

Suicidio. Muerte elegida. Dos palabras juntas que suponen una ecuación incomprensible para la mayoría de las personas.

Yo tardé tres años en comprenderlas; dos años más en digerirlas y posarlas en mi corazón.

Bueno, qué más da el tiempo, si solo existe en nuestro reloj de muñeca. Lo que importa es el pulso interno, en el que el tempo y el ritmo se cuentan a latidos, a recuerdos, a miradas, a gritos, a suspiros, a lágrimas, a sonrisas, y no en segundos ni minutos.

Mi Padre se suicidó cuando yo tenía 25 años.
Mi mundo se congeló. 65 grados bajo cero.

¿Por qué lo hiciste? ¿Te incité a hacerlo con algo que dije o hice? ¿No éramos suficiente para ti? 100 grados bajo cero.

Muy, muy, muy jodido. Perdonad, pero no encuentro otra palabra para definirlo.

¿Sabéis que es lo que más me ayudó a descongelarme?

El calor del poder compartir mi frío.

El tener personas a mi lado con las que poder nombrar la realidad tan dolorosa que estaba viviendo, el SUICIDIO de mi PADRE.

El haber tenido personas a mi lado que no dijesen palabras o frases hechas por rellenar silencios incómodos, sino que simplemente estaban. A su manera, pero estaban y así me lo hacían sentir.

El haber tenido personas a mi lado que me acolcharon las paredes con algodón y me permitieron darme los cabezazos necesarios hasta fundir mi rabia.

Los abrazos sin cronómetro.

El haber tenido personas que me reconocieran en mi dolor más absoluto.

El haber contado con personas que me acompañaran en mis primeros “sudores”, sin preguntar por qué esto o por qué lo otro.

El haber tenido personas que no me sacaran de mis ganas de estar “mal”, de mis días grises.

El haber tenido a personas que sin entender nada, comprendían todo.

Eso me curó.
El apoyo y el calor familiar y social son imprescindibles.
Eso y mis ganas de Vivir. ¡Jobar, resumirlo así, me parece casi un insulto!

Hoy, 17 de noviembre, Día Internacional del Superviviente por Suicidio, quisiera poder decir algo. Algo mío. Y solo mío.

No me siento superviviente. Me considero Viviente.

He vivido el suicidio de mi Padre. Lo he superado. Viví en su día y Vivo ahora.

Sé que es el “cómo” de la historia lo que lo cambia todo.

Mi Padre no encontraba sentido a su vida. Su problema era la Vida.

Sostener eso durante tantos años, verle no vivir, era una tortura para él, para mí, para mi Familia.

Por eso, Yo empecé a Vivir tras su muerte…
Uf…

Por eso no me considero superviviente.
Siempre me “chirriaba” esa palabra, ahora ya sé por qué.

Eso fue mi gran culpa. Eso fue mi hueso.
Eso era lo que me rompía.
Esa fue mi gran tarea de duelo, el perdonarme por revivir con su muerte.

Joder, él sí que sobrevivía. Él no encontraba sentido a nada y, sin embargo, gracias a él yo lo encontré y lo encuentro cada día.

Por eso es por lo que lucharé con todo mi calor, con todo mi frío, hasta mi último aliento, para que NADIE más tenga que sobrevivir así.

Lucharé para que sepan que hay alternativas, que el no querer vivir se puede transformar.

Lucharé intentando ayudar a descongelar corazones como lo hicieron con el mío.

A todas las personas que han vivido la muerte por suicidio de un ser querido, este día y los 364 restantes,

Os mando un abrazo cargado de esperanza, complicidad, fuerza y AMOR.

“Siempre Juntos J, I, E, S”

— 

Sara Pérez Pizarro.
Doliente y Viviente.
Psicóloga de la Asociación Goizargi.

Nuevo curso “Mirando las pérdidas y el duelo en el ámbito educativo, social y sanitario”

Este año, nuevamente, vamos a realizar el curso “Mirando las pérdidas y el duelo en el ámbito educativo, social y sanitario”, dirigido a profesionales de instituciones externas y a las personas voluntarias que quieran o bien ampliar o bien formarse en esos tres ámbitos.

La formación, de 40 horas presenciales, se impartirá los miércoles y viernes de noviembre y diciembre, en horario de 16 a 21 horas, en el local de la asociación. Los días de curso serán:

  • Noviembre: 16, 21, 23, 28 y 30.
  • Diciembre: 12, 14 y 19.

Los objetivos de este curso son formar y capacitar a profesionales que atienden en primera línea de demanda a las personas que están atravesando procesos de duelo, para que puedan dar la orientación y ayuda adecuada en este momento vital de pérdida; y generar un espacio de aprendizaje y de interacción para profesionales de distintos ámbitos.
Gracias a la subvención del Área de Participación Ciudadana del Ayuntamiento de Pamplona será gratuita para las y los inscritos. Si estáis interesadas o interesados en hacerla o queréis más información, poneros en contacto con la asociación, bien llamando al 660 03 41 01 o enviando un correo a a.goizargi@gmail.com.

PROGRAMA

El curso está estructurado en cuatro bloques, en los que se va a tratar estos temas:      1. Fundamentación y conceptualización del duelo:

  • Por qué y para qué trabajar los procesos de duelo.
  • Mi mirada como persona y profesional a la muerte y el duelo.
  • Dinámicas de trabajo personal.

  2. Entendiendo el proceso de duelo:

  • El duelo como manifestación integral.
  • Apego, pérdida y duelo.
  • Modelos tradicionales y actuales.
  • Tipos de duelo. Características específicas.
  • Factores de riesgo y de protección.
  • Dinámicas de trabajo personal.

3. Desarrollo evolutivo del duelo:

  • Modelo de tareas.
  • Sistema de atención integral. Modelo específico de trabajo.
  • Mitología del proceso de duelo.
  • El duelo en la infancia y la adolescencia.
  • Dinámicas de trabajo personal.

4. Herramientas para el trabajo en duelo:

  • La relación de ayuda. Los tres niveles del saber.
  • Niveles de intervención.
  • Refino.
  • Herramientas específicas.
  • Dinámicas de trabajo personal.
  • Práctica y supervisión: trabajo grupal de casos prácticos y supervisión de casos individuales.

Suicidio, cuando el alma enferma

“El 10 de septiembre, Día Mundial para la Prevención del Suicidio, se fomentan en todo el mundo compromisos y medidas prácticas para prevenir los suicidios. Cada día hay en promedio casi 3.000 personas que ponen fin a su vida, y al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue.

El suicidio constituye un problema de salud pública muy importante, pero en gran medida prevenible, que provoca casi la mitad de todas las muertes violentas y se traduce en casi un millón de víctimas al año, además de unos costos económicos cifrados en miles de millones de dólares, según ha señalado la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones realizadas indican que en 2020 las víctimas podrían ascender a 1,5 millones.

“Cada suicidio supone la devastación emocional, social y económica de numerosos familiares y amigos”, ha declarado la Subdirectora General de la OMS para Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental. “El suicidio es un trágico problema de salud pública en todo el mundo. Se producen más muertes por suicidio que por la suma de homicidios y guerras. Es necesario adoptar con urgencia en todo el mundo medidas coordinadas y más enérgicas para evitar ese número innecesario de víctimas”.

Con la ayuda de expertos de todo el mundo, la OMS ha elaborado una serie de directrices para distintos públicos llamados a tener un papel esencial en la prevención del suicidio, incluidos profesionales sanitarios, personal docente, funcionarios de prisiones, profesionales de los medios de comunicación y personas que han intentado suicidarse. Esos recursos se pueden consultar ya en más de una decena de idiomas”.

suicidio

Leo esta noticia en un medio digital, como tantas otras que este día se publican, y me lleva a la reflexión. Me alegra ver como poco a poco podemos ir nombrando la muerte y el suicidio, aunque sea en días como éste, que está colocado en un calendario; si bien a algunas personas no les gusta, por lo menos da visibilidad.

En ocasiones me debato entre aplaudir que este día se nombre y los medios de comunicación le den cobertura; y el rechazo que me genera ver qué sucede el resto de los 364 días. Días en los que la cifra de suicidios sigue aumentando y como no se nombra, no nos llevamos las manos a la cabeza. Algo parecido a lo que ocurre el día de todos los Santos o el día de los muertos. Señores… nos morimos todos los días y hay personas que deciden quitarse la vida todos los días, y sobre esto deberíamos reflexionar como sociedad para, tal vez, darnos cuenta de qué estamos haciendo mal.

Llevo 16 años acompañando a personas en duelo tras la muerte de sus seres queridos, por enfermedad, por accidentes o porque han decidido quitarse la vida. Personas que sufren, que se duelen por la ausencia y por la dificultad que tiene esta sociedad en la que vivimos para mirarlas o para mirar su dolor. Desde mi experiencia, todavía se hace más duro cuando tu muerto es quien ha decidido quitarse la vida, cuando tu duelo es por un suicidio.

En este día, y en el resto de los días, poco se habla de esta situación: que te pasa cuando sufres tu duelo, cuando echas profundamente de menos a tu ser querido y a la vez sientes vergüenza, rabia, culpa y tantas otras emociones al decir que murió porque se quitó la vida. Poco hablamos de qué le pasa a esta sociedad, que nos cuesta tanto respetar este tipo de muerte y que provocamos que los que se duelen tiendan a esconderse. Es llamativo ver y observar, cuando acompañas a alguien, la liberación que siente cuando se da cuenta de que no vas a juzgar su dolor, cuando experimenta que hay respeto en tu mirada independientemente del cómo de la muerte.

Cada tipo de muerte, cada persona, cada momento, cada relación, cada edad… hacen que un duelo sea de un modo u otro. Tras 16 años acompañando el dolor me atrevo a lanzar una pregunta al aire: ¿cómo sería una sociedad en la que el dolor tuviese sitio, una sociedad en la que pudiésemos compartir nuestro sentir sin miedo? Tal vez algo cambiaría…. Lo dejo a la reflexión.

“Un día todo cambió…

Para los demás nada ha cambiado, para ellos nada se ha movido. Para mí hay algo que no ocurre como debería. Había alguien que estaba, de repente se fue e, insistentemente, no está”.

(Rakel Mateo, psicopedagoga. Directora de la Asociación Goizargi)