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El camino de los recuerdos

“Cuando la pena cae sobre mí,
El mundo deja ya de existir.
Miro hacia atrás y busco entre mis recuerdos…”

(Entre mis recuerdos, Luz Casal)

 

El duelo es un camino, es un proceso de dolor que se inicia tras la pérdida de una persona con la que tenemos un vínculo afectivo significativo; y este camino que comenzamos a recorrer está lleno de emociones, imágenes, pensamientos, conductas, sensaciones y recuerdos.

Nuestros recuerdos son parte de lo que somos. Nuestros recuerdos son importantes y en el proceso de duelo también nos van a acompañar. Por ello, nos puede ayudar comprender su modo de actuar, ya que de ellos depende en gran medida el nuevo vínculo que vamos a establecer con la persona que hemos perdido.

Al inicio del duelo, en algunas ocasiones, no en todas, los recuerdos y las imágenes que más nos llegan pueden tener un contenido molesto e incluso perturbador. Muchas personas solo recuerdan los momentos más dolorosos vividos de enfermedad y de muerte. Estos recuerdos se fijan en la mente de manera persistente, y solo se recuerda el final de la vida de la persona querida. Son recuerdos que aparecen de modo recurrente una y otra vez, que nos embargan de dolor y malestar, y que deseamos parar o evitar porque nos hacen revivir de nuevo la experiencia de dolor pasada y nos sumen en emociones que no nos gusta sentir. En este momento el recuerdo de la persona fallecida ocupa mucho espacio en nuestro mundo interior y en nuestro pensamiento, necesitamos sentirla cerca, sentir que podemos casi tocarla. Todo nuestro anhelo es” volver” a tenerla con nosotros y, por tanto, todos nuestros recuerdos, todo el tiempo, tienen que ver con él o ella, aunque nos duelan.

Conforme avanzamos en el camino del duelo, en un duelo sano los recuerdos van siendo menos intensos, vamos aceptando la nueva realidad, y nos podemos sorprender cuando vemos que no hemos recordado a nuestro ser querido fallecido en un rato, en una mañana, o en un día… Muchas personas sienten este momento como un signo de avance y de normalidad; y otras sienten que se están olvidando y dejando atrás a su ser querido, ya que sus recuerdos no son tan nítidos, ya no pueden recordar su voz o su olor… y aparece el miedo al olvido. Pueden aparecen emociones de culpa y de deslealtad por sentir que podemos comenzar a respirar sin él o ella.

Y finalmente van apareciendo en nuestro recuerdo momentos felices, experiencias que deseamos guardar en nuestra memoria, que ya no duelen tanto y que son sentidos con agradecimiento a lo que pudimos vivir y compartir en el pasado con nuestro ser querido. Por ello, es importante saber que los recuerdos al igual que las emociones van cambiando en su forma e intensidad, y que el proceso de duelo no es para olvidar al ser querido, sino para darle espacio en nuestro corazón en forma de recuerdos.

Los recuerdos nos permiten asegurar e integrar la experiencia vivida dentro de nosotros, y van a alimentarnos en la nueva realidad y en la nueva vida que surge tras la ausencia. Son nuestra memoria y la memoria del ser que hemos perdido.

La relación no termina con la muerte, y el nuevo vínculo sigue siendo una fuente de energía, de guía y de protección.

Demos luz a nuestros recuerdos y con ellos a los seres queridos que ya no están con nosotros. Solo así permanecerán con nosotros para siempre.

Dando luz al dolor

El proceso de duelo es el proceso de dolor que se inicia tras la experiencia de pérdida. Perder a alguien que tiene un valor significativo en nuestra vida, aun siendo una experiencia normal y natural, genera diferentes grados de dolor.

Para enfrentar situaciones de dolor los seres humanos tenemos algunos mecanismos, generalmente inconscientes, que permiten regular emociones, sentimientos y pensamientos que se generan en situaciones de alto impacto emocional.

La negación es un mecanismo que produce una sensación de irrealidad y de incredulidad ante lo acontecido. Se expresa con manifestaciones tipo “no puede ser”, “no me lo puedo creer”, “no es posible”. Es una especie de anestesia emocional que permite suavizar el dolor y dar un poco de tiempo para procesar su significado.

El momento de negación o fase de negación tiene que ver con silenciar, no hablar, adoptar un rol de fortaleza y obviar la realidad de lo que está pasando.

En la situación actual de alarma por coronavirus se están produciendo muchas muertes y experiencias de dolor que se presentan en forma de cifras y números asépticos sin ningún contenido de emoción. Paradójicamente, la muerte está más que nunca en el centro de nuestras vidas y la contamos por miles, pero no tiene todavía espacio a excepción de pequeños gestos individuales.

Cada día, a las ocho de la tarde, nos reunimos para agradecer la labor de los profesionales que cuidan de nuestra salud. A este acto se han ido añadiendo otros lúdicos y festivos, en algunos casos ruidosos, que nos conectan con la vida y con emociones de alegría, disfrute y celebración que, sin duda, son positivos y nacen de la necesidad del ser humano de mirar al futuro en medio de la desesperanza y de sentirnos vivos.

Sorprende que al amparo de esta manifestación no surjan actos colectivos de recuerdo y acompañamiento al dolor y una mirada social hacia las muertes que se están produciendo. En Goizargi nos preguntamos si tiene que ver con el miedo al dolor.

Y también en nuestra mirada a las personas que están viviendo un duelo en primera persona nos preguntamos qué y cómo se sienten, qué esperan, si les estamos acompañando como necesitan, si se sienten incluidos, nos sienten cerca, es suficiente lo que compartimos…

No es nuevo que nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, la muerte es un  tabú y morir un error del sistema que da miedo. Negamos la certeza de la muerte como si eso nos protegiera de ella. Y ahora, aún cuando es masiva y cercana, seguimos negándola, hemos adoptado la inmensa mayoría una actitud de negación colectiva como manera o modo de evitar la realidad. Estamos distrayendo el dolor con festejos de vida y olvidamos que la muerte no deja de estar. Le negamos su lugar.

No sabemos cuanto tiempo más estaremos en negación, queremos confiar en la capacidad y recursos que los seres humanos tenemos para afrontar las dificultades de la vida.

Puede ayudarnos conocer que permanecer excesivo tiempo en negación nos puede impedir hacer un relato sano y realista de la experiencia vivida, y puede dificultar su elaboración e integración. Es decir, puede tener consecuencias en la salud emocional y psicológica.

En resumen, la incapacidad para mirar a la muerte, para darle espacio y para aceptar el dolor que lleva asociado nos hace más vulnerables. La evitación y no aceptación del dolor, el aplazamiento de su expresión, el temor a la muerte no facilita las tareas del duelo y puede complicar la evolución individual y colectiva de esta situación, que sin duda va a dejar huella.

Ojalá la huella colectiva que dejemos pueda ser pintada con el color de todas las emociones sentidas y vividas, sin que evitemos ninguna. Todas son nuestras y, por lo tanto, merecedoras de ser expresadas y tratadas con afecto dándoles el espacio que merecen.

Exposición de manualidades y un death café como cierre

Este mes de mayo hemos organizado dos actividades en la Cafetería Fika de Pamplona y estáis todos y todas invitadas a formar parte de ellas. La primera, una exposición de las manualidades realizadas por el grupo de Artesanía de la Asociación Goizargi en la Cafetería Fika de Pamplona, la cual durará un mes; y la segunda, un “Death café”, el 30 de mayo.

Débora es la propietaria de la Cafetería Fika. Es una persona con mucha luz, tanta que un día decidió dar voz y lugar a diferentes proyectos personales y sociales, cediendo su cafetería para visibilizarlos y compartirlos. Así nace esta idea. Desde Goizargi, aprovechando esta gran iniciativa, queremos mostraros un “trocito” de nuestro día a día y por ello os invitamos a pasaros por esta acogedora cafetería y echar un vistazo a nuestra exposición de manualidades; manualidades hechas con mucho corazón y con mucho mimo ya que son elaboradas por el grupo de Artesanía de Goizargi.

Un grupo formado por personas que están viviendo un proceso de duelo por la pérdida de un ser querido, a las que invertir el tiempo realizando este tipo de artesanías les ayuda a curar y atravesar la ausencia de la pérdida de su ser querido y cicatrizar a poquitos su corazón.

Estas manualidades están en venta en la asociación y el dinero recaudado se destina íntegro a la Asociación Goizargi con el fin de poder seguir acompañando a personas en duelo y materializando diferentes proyectos de la entidad.

El 30 de mayo, último día de la exposición, tendrá lugar un “Death Café” –café de la muerte–, un espacio de encuentro compartido entre personas interesadas en dialogar sobre la muerte.

No hay un guion cerrado para ello, lo que permite reflexionar abiertamente de lo que vaya surgiendo. El objetivo es romper el tabú que existe alrededor de la muerte, promover la conciencia individual y social acerca de la misma desde diferentes perspectivas.

Para acudir al Death café es necesario inscripción previa a través del correo asociación@goizargi.org. Tendrá lugar de 17.00 a 18.00 horas.

La cafetería Fika, situada en la calle del Pozoblanco, 18, de Pamplona, abre sus puertas de 8.30 a 14.00 horas y de 16.30 a 21.30 horas. Durante esas horas podréis ver la exposición.

¡¡¡Animaros!!!

“VIVÍ, VIVO Y VIVIRÉ”

Suicidio. Muerte elegida. Dos palabras juntas que suponen una ecuación incomprensible para la mayoría de las personas.

Yo tardé tres años en comprenderlas; dos años más en digerirlas y posarlas en mi corazón.

Bueno, qué más da el tiempo, si solo existe en nuestro reloj de muñeca. Lo que importa es el pulso interno, en el que el tempo y el ritmo se cuentan a latidos, a recuerdos, a miradas, a gritos, a suspiros, a lágrimas, a sonrisas, y no en segundos ni minutos.

Mi Padre se suicidó cuando yo tenía 25 años.
Mi mundo se congeló. 65 grados bajo cero.

¿Por qué lo hiciste? ¿Te incité a hacerlo con algo que dije o hice? ¿No éramos suficiente para ti? 100 grados bajo cero.

Muy, muy, muy jodido. Perdonad, pero no encuentro otra palabra para definirlo.

¿Sabéis que es lo que más me ayudó a descongelarme?

El calor del poder compartir mi frío.

El tener personas a mi lado con las que poder nombrar la realidad tan dolorosa que estaba viviendo, el SUICIDIO de mi PADRE.

El haber tenido personas a mi lado que no dijesen palabras o frases hechas por rellenar silencios incómodos, sino que simplemente estaban. A su manera, pero estaban y así me lo hacían sentir.

El haber tenido personas a mi lado que me acolcharon las paredes con algodón y me permitieron darme los cabezazos necesarios hasta fundir mi rabia.

Los abrazos sin cronómetro.

El haber tenido personas que me reconocieran en mi dolor más absoluto.

El haber contado con personas que me acompañaran en mis primeros “sudores”, sin preguntar por qué esto o por qué lo otro.

El haber tenido personas que no me sacaran de mis ganas de estar “mal”, de mis días grises.

El haber tenido a personas que sin entender nada, comprendían todo.

Eso me curó.
El apoyo y el calor familiar y social son imprescindibles.
Eso y mis ganas de Vivir. ¡Jobar, resumirlo así, me parece casi un insulto!

Hoy, 17 de noviembre, Día Internacional del Superviviente por Suicidio, quisiera poder decir algo. Algo mío. Y solo mío.

No me siento superviviente. Me considero Viviente.

He vivido el suicidio de mi Padre. Lo he superado. Viví en su día y Vivo ahora.

Sé que es el “cómo” de la historia lo que lo cambia todo.

Mi Padre no encontraba sentido a su vida. Su problema era la Vida.

Sostener eso durante tantos años, verle no vivir, era una tortura para él, para mí, para mi Familia.

Por eso, Yo empecé a Vivir tras su muerte…
Uf…

Por eso no me considero superviviente.
Siempre me “chirriaba” esa palabra, ahora ya sé por qué.

Eso fue mi gran culpa. Eso fue mi hueso.
Eso era lo que me rompía.
Esa fue mi gran tarea de duelo, el perdonarme por revivir con su muerte.

Joder, él sí que sobrevivía. Él no encontraba sentido a nada y, sin embargo, gracias a él yo lo encontré y lo encuentro cada día.

Por eso es por lo que lucharé con todo mi calor, con todo mi frío, hasta mi último aliento, para que NADIE más tenga que sobrevivir así.

Lucharé para que sepan que hay alternativas, que el no querer vivir se puede transformar.

Lucharé intentando ayudar a descongelar corazones como lo hicieron con el mío.

A todas las personas que han vivido la muerte por suicidio de un ser querido, este día y los 364 restantes,

Os mando un abrazo cargado de esperanza, complicidad, fuerza y AMOR.

“Siempre Juntos J, I, E, S”

— 

Sara Pérez Pizarro.
Doliente y Viviente.
Psicóloga de la Asociación Goizargi.

Suicidio, cuando el alma enferma

“El 10 de septiembre, Día Mundial para la Prevención del Suicidio, se fomentan en todo el mundo compromisos y medidas prácticas para prevenir los suicidios. Cada día hay en promedio casi 3.000 personas que ponen fin a su vida, y al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue.

El suicidio constituye un problema de salud pública muy importante, pero en gran medida prevenible, que provoca casi la mitad de todas las muertes violentas y se traduce en casi un millón de víctimas al año, además de unos costos económicos cifrados en miles de millones de dólares, según ha señalado la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones realizadas indican que en 2020 las víctimas podrían ascender a 1,5 millones.

“Cada suicidio supone la devastación emocional, social y económica de numerosos familiares y amigos”, ha declarado la Subdirectora General de la OMS para Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental. “El suicidio es un trágico problema de salud pública en todo el mundo. Se producen más muertes por suicidio que por la suma de homicidios y guerras. Es necesario adoptar con urgencia en todo el mundo medidas coordinadas y más enérgicas para evitar ese número innecesario de víctimas”.

Con la ayuda de expertos de todo el mundo, la OMS ha elaborado una serie de directrices para distintos públicos llamados a tener un papel esencial en la prevención del suicidio, incluidos profesionales sanitarios, personal docente, funcionarios de prisiones, profesionales de los medios de comunicación y personas que han intentado suicidarse. Esos recursos se pueden consultar ya en más de una decena de idiomas”.

suicidio

Leo esta noticia en un medio digital, como tantas otras que este día se publican, y me lleva a la reflexión. Me alegra ver como poco a poco podemos ir nombrando la muerte y el suicidio, aunque sea en días como éste, que está colocado en un calendario; si bien a algunas personas no les gusta, por lo menos da visibilidad.

En ocasiones me debato entre aplaudir que este día se nombre y los medios de comunicación le den cobertura; y el rechazo que me genera ver qué sucede el resto de los 364 días. Días en los que la cifra de suicidios sigue aumentando y como no se nombra, no nos llevamos las manos a la cabeza. Algo parecido a lo que ocurre el día de todos los Santos o el día de los muertos. Señores… nos morimos todos los días y hay personas que deciden quitarse la vida todos los días, y sobre esto deberíamos reflexionar como sociedad para, tal vez, darnos cuenta de qué estamos haciendo mal.

Llevo 16 años acompañando a personas en duelo tras la muerte de sus seres queridos, por enfermedad, por accidentes o porque han decidido quitarse la vida. Personas que sufren, que se duelen por la ausencia y por la dificultad que tiene esta sociedad en la que vivimos para mirarlas o para mirar su dolor. Desde mi experiencia, todavía se hace más duro cuando tu muerto es quien ha decidido quitarse la vida, cuando tu duelo es por un suicidio.

En este día, y en el resto de los días, poco se habla de esta situación: que te pasa cuando sufres tu duelo, cuando echas profundamente de menos a tu ser querido y a la vez sientes vergüenza, rabia, culpa y tantas otras emociones al decir que murió porque se quitó la vida. Poco hablamos de qué le pasa a esta sociedad, que nos cuesta tanto respetar este tipo de muerte y que provocamos que los que se duelen tiendan a esconderse. Es llamativo ver y observar, cuando acompañas a alguien, la liberación que siente cuando se da cuenta de que no vas a juzgar su dolor, cuando experimenta que hay respeto en tu mirada independientemente del cómo de la muerte.

Cada tipo de muerte, cada persona, cada momento, cada relación, cada edad… hacen que un duelo sea de un modo u otro. Tras 16 años acompañando el dolor me atrevo a lanzar una pregunta al aire: ¿cómo sería una sociedad en la que el dolor tuviese sitio, una sociedad en la que pudiésemos compartir nuestro sentir sin miedo? Tal vez algo cambiaría…. Lo dejo a la reflexión.

“Un día todo cambió…

Para los demás nada ha cambiado, para ellos nada se ha movido. Para mí hay algo que no ocurre como debería. Había alguien que estaba, de repente se fue e, insistentemente, no está”.

(Rakel Mateo, psicopedagoga. Directora de la Asociación Goizargi)