Dando luz al dolor
El proceso de duelo es el proceso de dolor que se inicia tras la experiencia de pérdida. Perder a alguien que tiene un valor significativo en nuestra vida, aun siendo una experiencia normal y natural, genera diferentes grados de dolor.
Para enfrentar situaciones de dolor los seres humanos tenemos algunos mecanismos, generalmente inconscientes, que permiten regular emociones, sentimientos y pensamientos que se generan en situaciones de alto impacto emocional.
La negación es un mecanismo que produce una sensación de irrealidad y de incredulidad ante lo acontecido. Se expresa con manifestaciones tipo “no puede ser”, “no me lo puedo creer”, “no es posible”. Es una especie de anestesia emocional que permite suavizar el dolor y dar un poco de tiempo para procesar su significado.
El momento de negación o fase de negación tiene que ver con silenciar, no hablar, adoptar un rol de fortaleza y obviar la realidad de lo que está pasando.
En la situación actual de alarma por coronavirus se están produciendo muchas muertes y experiencias de dolor que se presentan en forma de cifras y números asépticos sin ningún contenido de emoción. Paradójicamente, la muerte está más que nunca en el centro de nuestras vidas y la contamos por miles, pero no tiene todavía espacio a excepción de pequeños gestos individuales.
Cada día, a las ocho de la tarde, nos reunimos para agradecer la labor de los profesionales que cuidan de nuestra salud. A este acto se han ido añadiendo otros lúdicos y festivos, en algunos casos ruidosos, que nos conectan con la vida y con emociones de alegría, disfrute y celebración que, sin duda, son positivos y nacen de la necesidad del ser humano de mirar al futuro en medio de la desesperanza y de sentirnos vivos.
Sorprende que al amparo de esta manifestación no surjan actos colectivos de recuerdo y acompañamiento al dolor y una mirada social hacia las muertes que se están produciendo. En Goizargi nos preguntamos si tiene que ver con el miedo al dolor.
Y también en nuestra mirada a las personas que están viviendo un duelo en primera persona nos preguntamos qué y cómo se sienten, qué esperan, si les estamos acompañando como necesitan, si se sienten incluidos, nos sienten cerca, es suficiente lo que compartimos…
No es nuevo que nuestra sociedad vive de espaldas a la muerte, la muerte es un tabú y morir un error del sistema que da miedo. Negamos la certeza de la muerte como si eso nos protegiera de ella. Y ahora, aún cuando es masiva y cercana, seguimos negándola, hemos adoptado la inmensa mayoría una actitud de negación colectiva como manera o modo de evitar la realidad. Estamos distrayendo el dolor con festejos de vida y olvidamos que la muerte no deja de estar. Le negamos su lugar.
No sabemos cuanto tiempo más estaremos en negación, queremos confiar en la capacidad y recursos que los seres humanos tenemos para afrontar las dificultades de la vida.
Puede ayudarnos conocer que permanecer excesivo tiempo en negación nos puede impedir hacer un relato sano y realista de la experiencia vivida, y puede dificultar su elaboración e integración. Es decir, puede tener consecuencias en la salud emocional y psicológica.
En resumen, la incapacidad para mirar a la muerte, para darle espacio y para aceptar el dolor que lleva asociado nos hace más vulnerables. La evitación y no aceptación del dolor, el aplazamiento de su expresión, el temor a la muerte no facilita las tareas del duelo y puede complicar la evolución individual y colectiva de esta situación, que sin duda va a dejar huella.
Ojalá la huella colectiva que dejemos pueda ser pintada con el color de todas las emociones sentidas y vividas, sin que evitemos ninguna. Todas son nuestras y, por lo tanto, merecedoras de ser expresadas y tratadas con afecto dándoles el espacio que merecen.
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