Suicidio, cuando el alma enferma
“El 10 de septiembre, Día Mundial para la Prevención del Suicidio, se fomentan en todo el mundo compromisos y medidas prácticas para prevenir los suicidios. Cada día hay en promedio casi 3.000 personas que ponen fin a su vida, y al menos 20 personas intentan suicidarse por cada una que lo consigue.
El suicidio constituye un problema de salud pública muy importante, pero en gran medida prevenible, que provoca casi la mitad de todas las muertes violentas y se traduce en casi un millón de víctimas al año, además de unos costos económicos cifrados en miles de millones de dólares, según ha señalado la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones realizadas indican que en 2020 las víctimas podrían ascender a 1,5 millones.
“Cada suicidio supone la devastación emocional, social y económica de numerosos familiares y amigos”, ha declarado la Subdirectora General de la OMS para Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental. “El suicidio es un trágico problema de salud pública en todo el mundo. Se producen más muertes por suicidio que por la suma de homicidios y guerras. Es necesario adoptar con urgencia en todo el mundo medidas coordinadas y más enérgicas para evitar ese número innecesario de víctimas”.
Con la ayuda de expertos de todo el mundo, la OMS ha elaborado una serie de directrices para distintos públicos llamados a tener un papel esencial en la prevención del suicidio, incluidos profesionales sanitarios, personal docente, funcionarios de prisiones, profesionales de los medios de comunicación y personas que han intentado suicidarse. Esos recursos se pueden consultar ya en más de una decena de idiomas”.
Leo esta noticia en un medio digital, como tantas otras que este día se publican, y me lleva a la reflexión. Me alegra ver como poco a poco podemos ir nombrando la muerte y el suicidio, aunque sea en días como éste, que está colocado en un calendario; si bien a algunas personas no les gusta, por lo menos da visibilidad.
En ocasiones me debato entre aplaudir que este día se nombre y los medios de comunicación le den cobertura; y el rechazo que me genera ver qué sucede el resto de los 364 días. Días en los que la cifra de suicidios sigue aumentando y como no se nombra, no nos llevamos las manos a la cabeza. Algo parecido a lo que ocurre el día de todos los Santos o el día de los muertos. Señores… nos morimos todos los días y hay personas que deciden quitarse la vida todos los días, y sobre esto deberíamos reflexionar como sociedad para, tal vez, darnos cuenta de qué estamos haciendo mal.
Llevo 16 años acompañando a personas en duelo tras la muerte de sus seres queridos, por enfermedad, por accidentes o porque han decidido quitarse la vida. Personas que sufren, que se duelen por la ausencia y por la dificultad que tiene esta sociedad en la que vivimos para mirarlas o para mirar su dolor. Desde mi experiencia, todavía se hace más duro cuando tu muerto es quien ha decidido quitarse la vida, cuando tu duelo es por un suicidio.
En este día, y en el resto de los días, poco se habla de esta situación: que te pasa cuando sufres tu duelo, cuando echas profundamente de menos a tu ser querido y a la vez sientes vergüenza, rabia, culpa y tantas otras emociones al decir que murió porque se quitó la vida. Poco hablamos de qué le pasa a esta sociedad, que nos cuesta tanto respetar este tipo de muerte y que provocamos que los que se duelen tiendan a esconderse. Es llamativo ver y observar, cuando acompañas a alguien, la liberación que siente cuando se da cuenta de que no vas a juzgar su dolor, cuando experimenta que hay respeto en tu mirada independientemente del cómo de la muerte.
Cada tipo de muerte, cada persona, cada momento, cada relación, cada edad… hacen que un duelo sea de un modo u otro. Tras 16 años acompañando el dolor me atrevo a lanzar una pregunta al aire: ¿cómo sería una sociedad en la que el dolor tuviese sitio, una sociedad en la que pudiésemos compartir nuestro sentir sin miedo? Tal vez algo cambiaría…. Lo dejo a la reflexión.
“Un día todo cambió…
Para los demás nada ha cambiado, para ellos nada se ha movido. Para mí hay algo que no ocurre como debería. Había alguien que estaba, de repente se fue e, insistentemente, no está”.
(Rakel Mateo, psicopedagoga. Directora de la Asociación Goizargi)