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Pérdidas y aprendizajes en un año de pandemia

Recuerdo que, sobre todo, en mi niñez, fantaseaba con la idea de que ocurriese una “catástrofe” (siempre con final feliz, claro,) que paralizara el mundo, que me absolviera a mí y al mundo de toda responsabilidad, como ir al colegio, al instituto, a la universidad y al trabajo.

Sobre todo, solía pensarlo con fuerza los domingos y los días de lluvia y frío, vamos, bastante a menudo. Pero que va, llegaba el lunes y nada. Ni rastro de ciclogénesis explosivas con nevadas de 5 metros a su paso, ni plagas de langostas, ni invasiones alienígenas.

Quien me iba a decir a mí, que el 14 de marzo de 2020 esa fantasía se iba a hacer realidad en forma de pandemia mundial.

Reconozco que al principio subestimé la fuerza de la COVID-19. No creí que el mundo pudiese paralizarse. No creía posible todo lo que hemos vivido y estamos viviendo. No podía imaginar que el mundo, tal y como lo habíamos conocido hasta el momento, iba a cambiar para siempre.

Va a cumplirse un año desde que la COVID-19 apareció en nuestras vidas y en una entrevista, hace pocos días, me hicieron una de esas preguntas que te invitan a mirar hacia adentro: «¿Qué sientes que has perdido durante la pandemia?».

Este tipo de preguntas siempre invitan a sentarte y hacer «inventario», que es lo que pretendo en este breve escrito.

Lo primero que me nace decir es que me siento privilegiada. No sé muy bien qué palabra poner al poder decir que no he vivido la enfermedad de cerca ni muertes directas por su causa. Pero sí he estado al lado de personas que las han vivido y ha sido una de las experiencias más difíciles, dolorosas e impactantes que me ha tocado acompañar.

Mientras escribo esto me vienen imágenes de muchas de esas personas, sus historias, llamadas de teléfono y conversaciones. Recuerdos.

No es comparable, pero todos hemos perdido algo durante esta pandemia. En este sentido, me sale decir en tono de disculpa que también me siento privilegiada de poder hablar no solo de pérdidas sino de «ganancias». ¿Se puede «ganar» algo en tiempos de pandemia mundial? He necesitado de mis «terapias» y de mis tiempos para poder responder afirmativamente a esta pregunta, pero sí, podemos aprender, y eso es ganar. Ojalá las personas que leáis esto también podáis decir lo mismo.

Bueno, reformulo entonces la pregunta de aquella entrevista y que utilizaré como título de este mini inventario: «Pérdidas y aprendizajes en un año de pandemia».

Para ser justos, no sé si soy yo la que ha perdido o es la COVID la que me ha robado. Qué más da, el sentimiento de pérdida es innegable. Algunas de las pérdidas que más he sentido han sido estas:

  • El derecho vital de abrazar y ser abrazada.
  • El derecho vital de tocar y ser tocada.
  • El derecho vital de mirar y ser mirada a cara descubierta.
  • El derecho vital de ver sonreír.
  • El derecho vital a una fuente de energía universal e insustituible: la presencia de mi familia (incluyendo a mis «bichos») y mis amigos y amigas. La pérdida de la compañía.
  • El caminar y pasear sintiendo la brisa en la cara y escuchar a los pájaros al amanecer durante 62 días seguidos.
  • La pérdida de «la posibilidad de».
  • La pérdida de los paisajes de mi pueblo.
  • La posibilidad de brindar en una terraza.
  • La posibilidad de celebrar momentos especiales, como la maternidad de una de mis «hermanas», la primera de la cuadrilla.
  • El tiempo. El tiempo de ESTAR CON.
  • Sentí como pérdida las calles desiertas, bares, plazas, parques y colegios cerrados, vacíos.
  • La pérdida de no poder respirar si no es a través de una tela.
  • La pérdida de no poder viajar.

Tengo que reconocer que la COVID-19, los 62 días de confinamiento y lo que llevamos de pandemia ha supuesto entrar en crisis, en transformación, en «muda de piel». Y no ha sido fácil.

Ha sido como un viaje. Y un chequeo de autoreconocimiento.

He atravesado mi ansiedad, mi dificultad de parar, mi aburrimiento, mi impotencia, mis preocupaciones, mis miedos, mi rabia, mis responsabilidades, mi vacío, mi locura y mi salud. He cuestionado mis valores y los valores del mundo donde vivo, me he reafirmado en mis convicciones. Pero esto me da para cuatro folios más.

Cambio de significados.
Cambio de dirección.
Despedidas. Cierres. Bienvenidas.
Limpieza.
Puesta al día.

No quise volver igual y, aunque quisiera, con todo esto, es imposible.

¿Y tú?