¿Has venido a por mí?

En ocasiones me planteo como sería poder tener un diálogo con la muerte. ¿Qué cosas le preguntaría? ¿Qué me gustaría saber? Y me entran dudas, muchas. Creo que siento miedo y me cuesta reconocer o darme cuenta de que, tal vez, hay muchas de esas preguntas que no sé si quiero verdaderamente saberlas.

La película Belleza Oculta tiene una escena en la que el protagonista tiene una conversación con la muerte. ¿Qué hay después? ¿Qué será lo próximo? ¿Se siente miedo, frío, soledad? ¿Nos volvemos a encontrar? Son algunas de las cuestiones que se plantean y que, como antes decía, no sé si lo quiero saber o si estoy o estamos preparados para saberlo.

La muerte nos da miedo, me da miedo, la propia y la de los demás, y en esta sociedad siempre estamos acostumbrados a responder a través de tópicos que no ayudan nada. «Estará en un lugar mejor», «esto es un plan superior»… y tantas de esas frases que decimos cuando en realidad no sabemos qué decir.

La muerte duele, inquieta, conmueve, incomoda. Intentamos darle respuestas a través de lo simbólico, de la poesía, de lo místico, lo religioso y/o lo espiritual. Y en ocasiones sirve como herramienta, y en otras no. Sobre todo, cuando duele mucho, cuando intentamos encontrar palabras o un marco intelectual que nos permita entender algo que va mucho más allá de la razón.

La muerte, sin duda, forma parte de la vida, es esa otra cara que nos cuesta mirar y ver. Es real, no podemos ni debemos obviarla ya que nos la encontramos diariamente y de frente. Sin embargo, cuesta, duele y hablar de ella y con ella tal vez pueda ayudarnos a integrarla de un modo distinto en nuestro día a día.

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